
A veces me pregunto…¿Qué tiene que tener un día para ser perfecto?
Dependerá de los gustos y estados de ánimo de cada uno,
pero generalmente, se tiende a buscar aquello que no se tiene.
Y qué tiene que tener un pensamiento para hacerte feliz?
La mayoría de las veces, el poder trasladarte a ese recuerdo que te hizo
sentir libre, pleno, privilegiado…
Por esa misma razón, en estos días de invierno, grises y cortos,
nada mejor que evocar imágenes de los días de verano
disfrutando del mar en la playa de Illetes, elegida como la mejor de Europa y séptima del mundo, ni más ni menos…
Y si… estoy hablando de Formentera.
Vuelvo, recaigo sin poder evitarlo, casi adrede, pero completamente inconsciente.
FORMENTERA ES ASÍ.
Te provoca esos sentimientos.
La gente que ha tenido la dicha de conocer la isla más pequeña de las Baleares, conoce esta sensación.
Y como soy consciente que otros muchos todavía no han podido hacerlo,
siento que tengo que compartir algunos de los tesoros que alberga la isla.
No es bueno guardarse tanta belleza, tanta paz…
Aunque la historia de Formentera contraste con su placidez actual.
Aunque la historia de Formentera contraste con su placidez actual.
Dicen que todo empezó allá por el 2000, pero A.C, con una tumba megalítica
que lo corrobora, saliendo de Es Pujols, carretera hacia la Savina,
llegando a Estany Pudent: la inigualable Ca Na Costa.
Hubo muchas civilizaciones asentadas en Formentera,
por aquí pasó de todo, pero dos de las grandes hicieron de las suyas
y dejaron mucha huella.
Primero los griegos que al llegar a Ibiza y Formentera
decidieron llamar a las islas más pequeñas de las Baleares “Pitiusas”
por estar rodeadas de pinos.
Y más tarde, casi a modo de premonición, aparecieron los romanos
( si, ya había presencia italiana en la isla)
los que le dieron su identidad llamándola Frumentaria
que en latín significa concretamente “isla del trigo”.
De ahí los bonitos molinos que pueblan casi todo el territorio de la isla
conservándose algunos en excelente estado
y que por supuesto vale la pena visitar.
Claro que después siguieron los árabes, los bárbaros y sobre todo los piratas…
contribuyendo a todas las leyendas que nos acompañan hoy en día
y que dan fe las numerosas cuevas que esconde la isla.
Quizás la más visitada sea la del Faro del Cap de Barbaria,
pero existen muchas en toda la isla.
Justamente hace unos días se daba a conocer la existencia
de dos santuarios en la mayor gruta de Formentera datada en el año 3000
A.C. , en pleno Período Calcolítico de la Edad de Bronce, ubicada en la Mola.

A mí personalmente, me encanta la que existe en el barranco del Faro de la Mola.
La conocí en mi primera visita a la isla, allá por el 96´
(si,si… del siglo pasado) y cada vez que puedo,
vuelvo a ella a recordar el sentimiento de libertad de entonces…
Volviendo a la historia de la isla, no puedo dejar pasar un dato curioso
con respecto al lenguaje que en ella escuchamos hoy en día: el payés.
La suerte de vivir tantos años en Formentera,
es que en el camino tienes la oportunidad de conocer mucha gente
y si la bendición es lo suficientemente grande,
te encuentras con hermanos de corazón que no sabías que existían.
Pues a mi se me concedió ese don y puedo presumir de haber engrosado
mi listado de amistades considerablemente en estos últimos veinte años,
y eso que lo que se dice de los isleños en general es bastante desalentador.
Las ideas preconcebidas de solitarios, huraños e introvertidos
a mi entender, no les hace justicia a los formenterenses.
Por esa misma razón, recuerdo perfectamente como mi mejor amiga,
payesa de tercera generación, me contaba que cuando se repobló la isla,
allá por el 1700 y después de un intervalo de casi 2 siglos de
despoblamiento debido al peligro de los piratas
y a la falta de agua fundamentalmente, sus vecinos los ibicencos
fueron los que se decidieron a cruzar el mar y habitarla,
procedentes de San José y de Santa Eulalia mayoritariamente.
Y así, Los Mayans, Los Tur, Los Marí, entre otros,
formaron una comunidad originaria y nativa
sin olvidarse de sus raíces ibicencas pero separándolas,
imprimiendo su carácter localista y diferenciador.
Y eso se nota bastante en el uso del dialecto típico de Formentera,
el “formenterer” o más comúnmente llamado pagés,
y que deriva del catalán, aunque se diferencia de él entre otras expresiones
por el uso del “article salat” en contra del artículo estándar.
Así nos encontramos con el tan usado Sa, en lugar del La
(sa casa, sa vinya, etc)
Pero la mayor curiosidad fue la anécdota que me contó mi amiga
hace tiempo y donde me enteré el porque de la mezcla del idioma
al escuchar sa manzana y no poma, o sa fresa y no maduixa como
correspondería la catalán.
Y fue que en la época de la tan mencionada repoblación,
los habitantes de la isla debían importar la mayoría del alimento,
ya que la isla era bastante inhóspita en temas de agricultura,
más allá del trigo y las especies que aguantaban bien la falta de agua como eran las higueras o las viñas,
por lo que se veían en la necesidad de importar los comestibles que no podían producir.
Así fue como los barcos venían de la península repletos de cajas con nombres en castellano de alimentos que allí no existían,
por lo que su primera denominación fue la que encontraban escrita en el exterior de su embalaje.
Explicación simple y lógica de la que se salvaron por ejemplo las viñas y las higueras que abundan en su particular paraíso
y que se han convertido en un verdadero símbolo, ya que al no requerir muchos cuidados han logrado sobrevivir en el clima árido de Formentera.

Los payeses a lo largo del tiempo ( hay algunas centenarias), han creado verdaderas esculturas de hojas y ramas
ya que al ser éstas muy pesadas optaron por aguantarlas con estacas de madera llamadas “estalons”
haciendo que crezcan en forma horizontal más que en vertical.
De esta forma los frutos son más fáciles de recoger y sus ramas dan la sombra necesaria
que sirve de refugio a cabras, ovejas y cualquier ser humano que necesite descansar del calor abrumador en los días de verano.
Sea como fuere, dicen por ahÍ que los días en que la brisa corre, o más bien que cuando la tramuntana se hace sentir, se siente.
Y que ese viento típico del Mediterráneo y del verano, traslada el aroma a higo por doquier y que su fragancia afrodisíaca anda suelta por la isla haciendo de las suyas…
Ya saben, una razón más para creer que Formentera es mágica….
Buena semana, mis héroes.