
DE KIOSCOS Y CHIRINGUITOS
(en Formentera sabemos un ratito)
Hay muchas razones por las que me decidí a escribir el tema de este post.
Pero creo que las fundamentales son que hoy empieza la primavera,
me siento nostálgica (una cosa lleva a la otra) y ya el ambiente nos invita a salir al sol

y a sentarnos en las terrazas, vamos, todo lo necesario para un DÍA PERFECTO.
Cuando llevas tantos años yendo a un lugar, puedes ver como el tiempo,
inexorablemente, cambia algunas cosas.
Eso, en el mejor de los casos.
En el peor, simplemente las hace desaparecer.
Si hablo de Formentera, mirando a la distancia,
en veinte años los cambios han sido enormes.
No voy a discutir aquí si para bien o para mal, cada cual tendrá su criterio,
solo que la nostalgia a veces es bastante poderosa y te encierra sin miramientos,
en esos recuerdos donde fuiste feliz, haciendo suyo el dicho tan popular “todo tiempo pasado fue mejor”…
Nuestra isla se caracteriza por muchas cosas: su mar, su paz, su color, sus lugares, su gente…
Y hoy he decidido ponerle nombre y ubicación a esos rincones que han ido desapareciendo
a lo largo de este tiempo, por razones en su mayoría de política ambiental, entre otras justificaciones.
A ver. Voy a darle una ambientación adecuada al tema.

Año 1996, concretamente mayo.
Una servidora llega a Formentera y se alquila una bicicleta.

Encuentra trabajo, hace amigos y comienza para ella una de las etapas
más plenas de su vida:
la de la libertad que supone elegir lugar en el mundo, compañía y forma de vida.
Se prepara para el verano, pero en una primavera chispeante, casi diría atabalada.
Y os aclaro que esta palabra que por aquí se usa mucho, es un término catalán
que se mezcla con entusiasmo con el castellano de a pie,
pero que significa más o menos…
«sofocar, aturdir, hacer perder el uso de los sentidos,
especialmente con olores fuertes, buenos o malos».
Pues eso, sofocada por las ganas de conocer toda la belleza que tenía delante,
o por la libertad que sentía por aquel entonces, en mi primer gran viaje sola
y al otro lado del charco, ni más ni menos…
mi primer verano en Formentera fue un recorrido bastante compulsivo
por conocer todos los chiringuitos o kioscos de playa que ofrecía la isla, entre otros recorridos.
Era una muy buena manera de conocer gente, al ser una recién llegada,
o de afianzar la gente recién conocida, mediante cañas o coca colas, mirando el atardecer.

Antes de seguir adelante, voy a ponerle a esos días, música de fondo….
Y por supuesto, mis recuerdos resumen la banda sonora de ese verano,
en una sola canción que no sólo sonaba en el Ses Roques de la mano de Marian y Luis,
sino también en las «raves» que se organizaron durante todo el verano
y en las que disfrutábamos de maravillosas noches bailando al aire libre…
Para los que trabajábamos de noche, la opción del chiringuito de playa
era aparecer a ver a tus amigos (los que no habías visto la noche anterior en la fiesta)
a eso de las cuatro de la tarde en adelante.
Una buena hora para hacer sociales, mostrar bronceado,
dejarte ver y por supuesto mirar, dormir un poco de siesta al sol,
o incluso desayunar/comer.
Lo bueno de la isla y sus distancias cortas
era que la elección de la playa y con ella de su chiringuito,
casi siempre dependía del viento
( toda una ciencia en Formentera para elegir playa
según sople viento de levante o poniente
y así escoger la dirección contraria,
y que parece ser nunca llegaré a dominar).
Volviendo a los kioscos que ya no están, repasando en mis recuerdos
me he encontrado con una lista que no es taxativa,
ya que me basaré en los del año 1996 en adelante, fecha de mi llegada a Formentera.
Es una buena manera de hacer repaso a mis emociones en el vigésimo aniversario de romance con la isla.
Tampoco creo que estén todos, ya que como buena hija de vecino tengo mi corazoncito
y por lo tanto predilección por lugares en los que quizás fui más libre, más feliz, más yo misma.
Y si decido comenzar por los sentimientos, el que se lleva la palma es el Kiosco «OCEANOMARE»
Sin duda, mi preferido.
Estaba ubicado en Migjorn, entre el Lucky y el Blue Bar.
Claudio, un italiano del norte, me regaló este kiosco para pasar las tardes con mis amigos,
pero sobre todo me ofreció la posibilidad de conocer al escritor Alessandro Baricco
ya que su libro Oceano Mare había calado tan hondo en él, que decidió llamar a su chiringuito así.
En un rincón de la barra, guardaba un ejemplar del libro en una botella de cristal con arena
que junto a la humedad de sus páginas, el color blanco de las paredes,
los mojitos al atardecer, sin ninguna duda formaban mi parte esencial de la magia
que me brindaba Formentera por aquellos días.

«KIOSCO FERMÍN»
El emblemático kiosco de la playa de Es Pujols capitaneado como su nombre lo indica por el andaluz Fermín,
ponía a las tardes de finales de los 90 la cuota de alcohol necesaria que muchos turistas buscaban en esa época.
Y es que sus Calippo loco (Calippo del gusto q se eligiera, mezclado con vodka a placer) eran legendarios.
Los italianos denominaban «martellata» esos cócteles porque su efecto era similar a un martillazo en la cabeza
después de tanto alcohol.
Pero lo mejor del chiringuito eran los caldos de pollo que se servían por la mañana
para la resaca y del cuál los alemanes eran fieles asiduos.

«LAS GUARACHAS»
Chiringuito emblemático del kilómetro 10,5 ubicado en Migjorn con Fernando a la cabeza y Mendrugo en los fogones.
Llegados a este punto hay que aclarar que cada kiosco tenía su público fraccionado por nacionalidades, edades,
tipo de música, ambiente, etc.
Pues, en Las Guarachas encontrabas a los locales: la gente que trabajaba en la isla o vivía en ella todo el año.
Vamos, Formentera en estado puro.

«KIOSCO ANSELMO»
Regenteado por César, Andreu y Mendrugo que una vez hubo cerrado Las Guarachas,
pasó a ser el cocinero oficial del chiringuito de Punta Pedrera.
Todos los que pudimos disfrutar de este kiosco legendario sabíamos que era una aventura llegar a él,
porque cuando por fin ya estabas allí disfrutando de sus vistas y de su paz,
dicha aventura continuaba si pedías algo para comer , ya que tu deber era guiarte por lo que se te servía,
que era lo que ese día se había pescado, o sea que elegían por ti y siempre, pero siempre, acertaban…doy fe.

«BIG SUR»
Referente de toda una época, el chiringuito BIG SUR ubicado en la playa de Es Cavall D’en Borras,
de la mano de Bruno y su personal (Bru, Laura, Stéfano, Eva, sólo por nombrar a los primeros representantes
de un equipo que marcó una época),
se convirtió en paseo obligado por todo el que pisara la isla.
Las mejores puestas de sol con el islote de Es Vedrá de fondo, era un ritual que nadie quería perderse
y sentarse en la playa bebiendo tu caipirinha o mojito (eso si, rodeado de multitud de almas de muchas nacionalidades,
pero con predominio claro y con abrumadora mayoría de italianos) era un buen plan si buscabas gente guapa, bailando al sol.

«L’ESPIGONET»
Este peculiar chiringuito no estaba ubicado en la playa, sino en el espigón del puerto de la Savina.
Lambert y mi amigo Luis estaban al frente y era realmente relajante tomarte una caña alejada del bullicio,
viendo a los pescadores volver de la faena, o escuchar a las gaviotas, mientras los barcos se alejaban lentamente por el puerto…

«SUN SPLASH»
Ubicado a la derecha del camino hacia Ca Mari,en Migjorn,
Denise y sus girasoles regalaban el encanto que necesitábamos para las tardes que compartíamos con los amigos.
Buena música, rodeados de atardeceres de postal.

Una vez leí que “PARA ABRIR NUEVOS CAMINOS HAY QUE SER CAPAZ DE PERDERSE”.
Pues, creo sinceramente que uno de los secretos que hacen única a Formentera
es el saber hacer de sus gentes, que con ilusión y muchas ganas, ofrecen a sus visitantes lugares mágicos
en los que disfrutar de la naturaleza, rodeados de buena música y esos amigos que eliges para perderte,
recorriendo nuevos caminos…
Hoy mencioné algunos de esos lugares que ya no están,
pero que sin duda nos marcaron a los que veraneamos en Formentera desde hace tiempo
y que provocan que nuestras ganas de la isla sigan intactas…
Por eso mi agradecimiento desde aquí, a quienes lograron que nuestros recuerdos sean aún más maravillosos.
Ésta era mi canción por aquel entonces, y aquí la dejo, para que bailemos juntos:
Feliz semana, mis Héroes…